lunes, 30 de junio de 2014

TS NRO 7

Una vida entre mazurcas y polonesas. Por E. G. Referente del artista romántico del siglo XIX, Federico Chopin no logró el éxito masivo, pero sus obras encarnan la nostalgia y la delicadeza de su espíritu. Polaco de nacimiento, Chopin recorrió, siendo un adolescente, toda Europa, dando conciertos y aprendiendo de otros músicos con los que entabló relaciones entrañables. Un ejemplo de ello es la amistad que entabló con Franz Liszt, quien años después escribió una biografía. Un niño prodigio Chopin nació en 1810 y su padre Nicolás era profesor de lengua y literatura francesa en el Liceo de Varsovia. La familia se codeaba con la aristocracia de esa ciudad y su hogar fue un punto de encuentro de intelectuales y artistas distinguidos. A los 7 años comenzó a estudiar el piano con el profesor Zywny y a los 8 años compuso su primera obra, la Polonesa en Sol menor. El 26 de septiembre de 1818, durante la visita de la emperatriz María-Teodorovna, madre del Zar, al Liceo de Varsovia, el pequeño Chopin ejecutó dos danzas polacas de su autoría. Esto marca el comienzo de una carrera ininterrumpida de composiciones. Viajes y amores Después del bachillerato, Chopin se embarcó en una serie de viajes que lo llevaron por Londres, Praga, Viena y finalmente París. En cada una de estas ciudades, el pianista dio conciertos, con algunos altibajos emocionales (le causaba profundo dolor estar lejos de su familia) pero con gran éxito de crítica y público. Tuvo tres amores importantes: Constanza Gladkodska, platónico, pero que lo hizo ilusionarse mucho; María Wodzinska, joven con la que estuvo comprometido (sus padres luego romperán el compromiso al enterarse de que Chopin era tuberculoso) y la gran escritora Aurora Dupin, más conocida como George Sand, en los círculos literarios de París. Con Sand vivirán un amor apasionado, tortuoso a causa de la enfermedad del músico y de dos formas de vida distintas. Sin embargo, según Jesús Bal y Gay, biógrafo de Chopin, “aquello (la convivencia en París) fue dejar vía libre a las inclinaciones que latían en aquellas dos almas: a ella le gustaba hacer de madre; a él, de hijo (…)”. George Sand era siete años mayor que Chopin y éste necesitaba cuidados permanentes a causa de su avanzada tuberculosis. Fue mientras convivía con la escritora que Chopin produjo toda una serie de obras maestras: desde el Allegro de concierto, pasando por la Mazurca en La menor, la Tarantella y los dos Nocturnos Op. 48, hasta el Preludio en Do sostenido menor Op. 45. La gran Alfonsina. Por E. G. Arquetipo de la mujer valerosa, que se abre paso a través del esfuerzo, el trabajo y la poesía, Alfonsina Storni sigue siendo una gran inspiración para las nuevas generaciones. Los comienzos “Yo soy como la loba, ando sola y me río/ del rebaño. El sustento me lo gano y es mío/ dondequiera que sea, que yo tengo una mano/ que sabe trabajar y un cerebro que es sano. / El hijo y después yo, y después… ¡lo que sea! Así hablaba la poetisa en su primer libro La inquietud del rosal, publicado en 1916. Asombraba ya por la época el orgullo con el que esta mujer de poco más de veinte años, se refiere a su vida, con un hijo de soltera y todo. La inquietud del rosal fue tildado de inmoral. Sin embargo, Alfonsina se iba consagrando de a poco, ingresando en cenáculos literarios en los que apenas había mujeres, y haciéndose respetar por su obra, su carisma y su sentido del humor. Una nota importante de su carácter, que los biógrafos resaltan, era su agudeza para contestas frente a quien fuera, la palabra ingeniosa y presta para defenderse, o simplemente hacer una broma. En esta etapa de su vida, Alfonsina vivía en una pieza de pensión con su hijo y juntos sufrieron muchas penurias económicas. La consagración En 1925 se publicó Ocre, su cuarto libro de poesía, que la llevó a la fama y a una consagración latinoamericana. Para ese entonces, Alfonsina ya es amiga de grandes artistas de la época, como Horacio Quiroga, José Ingenieros, Quinquela Martin o Gabriela Mistral. Además, colabora con La Nación, y con otros periódicos y revistas. El periodismo siempre fue para la poetisa una vocación y una entrada, aunque magra, de dinero. El teatro también fue otra de sus vocaciones, llegando a escribir tres obras aunque con escasa repercusión de crítica. Alfonsina había sido actriz de reparto a los quince años, en la compañía de don José Tallaví. Con esta compañía había recorrido gran parte del país durante todo un año. A pesar del éxito, la escritora comenzó a sufrir de obsesiones, paranoia y depresión y en 1938 se le diagnosticó un cáncer de mama. Su triste final, arrojándose al mar en Mar del Plata, donde descansaba todos los años desde hacía tiempo, para algunos ya estaba cantado. Nos quedaron la belleza de sus versos y la luz de su gran personalidad.

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